Una de las formas que tenemos de proteger nuestros datos es poniendo barreras a su acceso. Cortafuegos, sistemas de protección de puesto, claves de autorización… Como en una yincana de obstáculos. Sin embargo, las yincanas a veces se superan y entonces debemos pensar -como así ocurre a menudo- si el premio será que nuestros datos caigan en manos del “hacker ganador”, incluso aunque hayamos sido previsores y hayamos actuado con la mayor diligencia creyendo que habíamos puesto pruebas insalvables.
¿Qué podemos hacer en esos casos?
Si no podemos evitar que nos roben la información debemos pensar que al menos no puedan utilizarla. Esto ya se hace por ejemplo con los teléfonos móviles de última generación que a menudo acaban en manos de delincuentes y que podemos proteger si tenemos claves de acceso que solo conocemos nosotros. Pero ¿cómo podemos proteger un fichero con la información económica de nuestra compañía, o con datos personales de nuestro personal o de nuestros clientes que nos han robado? Podemos cifrar la información.
¿Y qué es eso de cifrar la información? Pues sencillamente una forma de protegernos transformando la información en algo que sea ilegible para los ladrones. Algo que solo nosotros con nuestras claves podamos descifrar.
Algunos pensarán que esto es un poco paranoico, pero ¿nos hemos parado a pensar en cómo utilizamos los servicios en la nube para almacenar nuestros datos? Nuestra información está guardada en unas máquinas que son compartidas por otros usuarios de otras empresas o que pueden ser accesibles desde cualquier punto del mundo. ¿Quién puede garantizar que nadie accederá a esa información? No, la respuesta no es el proveedor del servicio. Nadie puede garantizar que eso no va a ocurrir. Le invitamos a que se lean la letra pequeña de sus contratos.
No es que las soluciones en la nube sean inseguras, simplemente es que la seguridad total no existe. Por ello siempre es conveniente utilizar mecanismos de seguridad adicionales que puedan generarnos mayor tranquilidad. Y aquí es donde entre en juego el cifrado.
¿De qué le serviría a un ladrón una información que solo contiene datos incoherentes? ¿Podrán hacerlos coherentes? ¿Cuánto tiempo tardarían en conseguirlo? Posiblemente no lo hicieran nunca. Por eso el cifrado de los datos puede ser una excelente solución para completar nuestros mecanismos de seguridad. La solución de almacenamiento de datos más segura es aquella sobre la que solo nosotros tenemos el control. Y esta misma afirmación sirve para nuestros propios sistemas de almacenamiento interno.
Los dispositivos de cifrado son un excelente complemento a cualquier tipo de almacenamiento de datos a través claves que solo nosotros conocemos y que nos permiten acceder a la información de forma clara.
La incorporación de este tipo de mecanismos en nuestra red puede significar la diferencia entre sobrevivir o perecer ante un robo de datos.
Sabiendo esto ahora, ¿instalaría un sistema de cifrado para proteger algún tipo de información en su compañía?