Ciudadanía frente a Identidad digital
La ciudadanía digital se ha convertido en el nuevo concepto bajo el cual diferentes actores de la sociedad han convergido para poner de manifiesto la necesidad de modernizar sus estructuras geopolíticas. No en vano los cambios tecnológicos llevan asociados el desarrollo de nuevos servicios públicos y privados que deben ser adaptados a las futuras necesidades de sus ciudadanos.
La transformación digital como palanca del cambio
Cada vez son más las compañías de consultoría organizacional y tecnológica que ofrecen sus servicios para que las corporaciones y Administraciones Públicas aborden el reto que supone imbricar la tecnología en todas y cada una de las actividades diarias que afrontan, evolucionando desde un concepto basado en la modernización tecnológica hacia una idea articulada sobre el paradigma de la transformación digital. Porque seamos claros, modernización no es transformación.
La modernización a menudo lleva consigo el despliegue de soluciones (aplicaciones software o herramientas de fabricación) dirigidas a mejorar la producción o la calidad de los productos y servicios que ofrecen o generan, pero sin afectar al modo en que son utilizados, evolucionados o producidos. Bajo el paraguas de la transformación digital, por el contrario, se aglutinan, si cabe, conceptos más sutiles; conceptos que cubren aspectos como la cultura, las relaciones sociales y empresariales, la movilidad, la imagen de marca, los modelos de organización pública y empresarial o la gestión y explotación de la información. La transformación tiene implicaciones más profundas. Un buen ejemplo de ello se encuentra en el role cambiante del ciudadano en la sociedad cuya forma de interrelacionarse o de relacionarse con las estructuras del Estado —entidades administrativas, productivas y sociales— ha experimentado una evolución que hace más evidente esa necesidad de transformación.
Derechos y deberes
Es en este punto en el que algunos tecnólogos e investigadores han incidido con mayor interés. De facto, algunos estudios han pugnado por incorporar nuevos conceptos como el de “ciudadano digital” que, por cierto, determinados Estados, entre los que destaca Estonia, están adoptando con considerable éxito. En un mundo en el que las redes telemáticas dominan la escena social, los ciudadanos vienen reclamando nuevas pautas —en forma de derechos y deberes— que rijan sus acciones en este nuevo ecosistema.
El derecho al acceso a la información, a la libertad de expresión, a la educación, a la intimidad —unido a la obligación de conocer los dispositivos que utilizan—, a controlar las emociones, a velar por el uso correcto de los medios tecnológicos o a denunciar su uso indebido forman parte de una larga lista de consideraciones a tener en cuenta a la hora de hablar de la ciudadanía digital. Y en torno a ambos, derechos y obligaciones, aparecen conceptos como la privacidad, la protección de los datos personales, la accesibilidad o integridad de la información que son elementos clave dentro de este nuevo entorno. Más aún, resultan indispensables cuando los Estados utilizan al ciudadano digital como su particular campo de batalla. No en vano y tal y como detallan algunos trabajos, la ciudadanía digital está definida por algunos elementos entre los que se encuentran el acceso a servicios, el comercio, la comunicación, la alfabetización digital, el etiquetado de datos, la legislación, los derechos y obligaciones, la salud y, por supuesto, la seguridad.
La ciberseguridad del ciudadano digital
Parece pues evidente que la ciberseguridad es un elemento clave de esta transformación que ha de formar parte de la estructura digital sobre la que se sustente su construcción (o transformación, como se prefiera ver). Precisamente la Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, Doña Adela Cortina, lo expone de forma muy clara: “El objetivo es construir una ciudadanía digital de pleno derecho, lo cual exige hacer frente a retos como la ciberseguridad, la protección de datos personales, la privacidad de los usuarios, la accesibilidad, la propiedad y la gestión de los datos o la mejora de las capacidades digitales”.
La Unión Europea ya ha comenzado a moverse en esa línea con el reciente Reglamento de Protección de Datos Personales (GDPR) o con la nueva Directiva NIS para la seguridad de redes y sistemas críticos —recientemente transpuesta por el gobierno español. Dos pasos fundamentales para la consolidación del resto de los elementos que conforman el modelo transformacional y que incluyen las relaciones con la Administración Pública, entidades financieras, empresas, ciudadanos, etc.
Tecnología como elemento de confusión
Por su parte, las compañías de tecnología y los investigadores se han lanzado a proveer nuevas soluciones apalancadas en conceptos como el IoT, el Big Data, la Inteligencia Artificial, los servicios en cloud, o el blockchain que han encontrado en la transformación digital su mejor campo de validación. Se trata de tecnologías que han abierto una nueva forma de percibir la realidad digital del ciudadano donde a menudo se ha confundido la identidad digital con la ciudadanía digital por el simple hecho de tener un elemento de referencia en Internet —y si no piénsese en cómo los usuarios ven sus relaciones en Facebook, Instagram o Twitter. La identidad digital no representa más que una forma de hacerse presente en el entorno digital. Sin embargo, la ciudadanía digital es mucho más que eso, es una forma de acceder a la sociedad digital al mismo nivel que cualquiera accedería en su actividad cotidiana —y aquí cometeremos el error de considerar que el acceso digital no es (mejor dicho, no ha sido) una actividad cotidiana. De hecho, Las AAPP, las entidades financieras o incluso las propias empresas todavía no han conseguido hacer de ese acceso digital una verdadera acción cotidiana.
Mientras tanto, las compañías de consultoría en ciberseguridad deberemos seguir esforzándonos por reforzar nuestros conocimientos e impulsar el despliegue de estas nuevas tecnologías para contribuir a garantizar que esos derechos y obligaciones se conviertan en una realidad. Porque llegará un momento en el que la “comoditización” de las soluciones actuales de ciberseguridad —representadas por aproximaciones tecnológicas que fueron concebidas hace más de veinte años— darán paso a la verdadera ciberseguridad enfocada en el ciudadano, el ciudadano digital. Y ahí comenzaremos a hablar de otra forma…