Cuando la ciberguerra es algo más que ciencia ficción
Donald Trump acaba de anunciar que dará por terminado el tratado de no proliferación de armas nucleares de corto y medio alcance firmado por su gobierno con la URSS hace ahora más de treinta años. Una noticia que despierta alarmas entre los gobiernos del mundo y particularmente de Europa donde el impacto de la decisión supondría una amenaza para la estabilidad dentro y fuera de su territorio.
Desde hace tiempo las noticias sobre las relaciones entre el gobierno de Putin y Trump han copado los medios de comunicación del mundo, empezando por la posible influencia que el primero pudiera haber tenido en la elección presidencial del segundo a través de ciberataques a algunas redes sociales. No han faltado las oportunidades en las que los dos gobiernos, norteamericanos y rusos, se han aventurado a mostrar sus dudas ante tales afirmaciones llegando a negar parte de su veracidad. El aparente entendimiento ha sido tal que Incluso ambos han pasado a tomar en consideración la oferta realizada por Putin de luchar contra este tipo de injerencias de forma conjunta —como manifestó el propio presidente Trump durante el último encuentro con su homólogo soviético en Helsinki en el mes de julio de 2018.
El arte de la política y las ciberamenazas
Sin embargo, las palabras de los dirigentes no suelen coincidir con sus actos. Por una parte, recientemente el gobierno de la URSS se ha visto involucrado en acusaciones internacionales de llevar a cabo numerosos ciberataques a intereses norteamericanos y europeos a través de su unidad especializada GRU que atesora una larga trayectoria de incidentes relacionados con la ciberseguridad frente a objetivos estratégicos situados en Occidente. Por otro lado, el gobierno norteamericano ha decidido vetar ciertas tecnologías con origen soviético relacionadas con la ciberseguridad para impedirles acceder a los principales contratos de organismos públicos de la Administración Trump como medida de precaución ante la posibilidad de espionaje o hackeo.
La confianza no parece ser una característica de la relación. A este escenario se han unido algunos otros actores frente a los cuales también el gobierno de EEUU ha tomado algunas medidas. Por ejemplo, ha decidido bloquear el uso o integración de productos y servicios tecnológicos con origen en China por la amenaza que supondrían a intereses norteamericanos. De facto, recientemente el Pentágono acaba de publicar un informe sobre el impacto que tienen en su seguridad los distintos elementos que intervienen en la cadena de producción de la industria armamentística y cuyos componentes en muchas ocasiones provienen del exterior. En particular, dicho informe incide en las medidas relacionadas con la ciberseguridad y cómo estas afectan a pequeños proveedores que son considerados los más vulnerables a posibles ciberataques. No en vano, estos suministradores son, a criterio del estudio, el eslabón más débil de la cadena y los que pueden sufrir brechas de seguridad que son transferidas posteriormente a los productos adquiridos por la industria de defensa.
Acuerdo de no proliferación de ciberarmas, ¿Una quimera?
En este entorno de “tensión política no resuelta” cabría preguntarse si esta nueva decisión de retirarse del tratado nuclear puede impulsar un nuevo frente de tensiones más allá de la propia proliferación de armas. No parece descabellado pensar que la ciberdefensa sea uno de los sectores afectados. Más aún, no sería extraño concluir que la ciberseguridad y las armas nucleares acabaran interrelacionados. Muchos estudios ponen de manifiesto la relevancia que este tipo de sistemas tienen para los ciberactivistas y, por supuesto, su importancia para la seguridad de un país. Se trata de infraestructuras críticas complejas y de enorme transcendencia en la estabilidad geopolítica mundial (solo diez países poseen armas nucleares) donde actores como Korea del Norte, China o Irán juegan un papel preponderante a través de ciberamenazas que hacen uso de tecnologías como la Inteligencia Artificial, la computación cuántica, el hackeo hardware, etc.
Ciertas voces se han elevado en el pasado para proponer una solución; para desarrollar un acuerdo de no proliferación de ciberarmas al igual que hace treinta años se hizo con el modelo armamentístico nuclear. Sin embargo, el mundo parece aún encontrarse lejos de alcanzar un posicionamiento común. Antes, al contrario, quién sabe si al final se producirá una nueva escalada que, sustituyendo a las anteriores, nos lleve a un nuevo concepto de “ciberguerra fría” esta vez netamente electrónica. Porque lo cierto es que en ciberseguridad los modelos de ataque parecen estar en continua evolución; igual que las decisiones de los gobernantes.