La fecha en la que se celebra el Día de Internet ha coincidido estos dos últimos años con una situación económica y socialmente diferente. Una situación provocada por la pandemia de Covid-19 que recorre todos los rincones del planeta.
17 de mayo
Al igual que muchas familias habrán celebrado el cumpleaños de sus padres, hermanos o abuelos a través de sistemas de videoconferencia, es muy posible que los ciudadanos celebremos este emblemático día para el mundo de las telecomunicaciones desde nuestros domicilios siguiendo un nuevo modelo de teletrabajo.
Resulta cuanto menos paradójico que el 17 de mayo, Día de Internet, nos reciba en esta situación al tiempo que pone de manifiesto la tremenda dependencia que tenemos de la “red de redes“. Internet se ha convertido con el paso de los años en uno de los elementos vertebradores de nuestra sociedad.
De ARPANET a la Web
Cuando allá por 1962 el gobierno norteamericano, a través del ARPA, se planteó por primera vez la posibilidad de desplegar una red global de ordenadores, nadie podía imaginar la dependencia que tendríamos, apenas medio siglo después, de esa incipiente tecnología.
Una dependencia que iba a verse impulsada en 1991, cuando un investigador europeo del CERN, Tim Berners-Lee, anunció públicamente el desarrollo de la World Wide Web y convirtió Internet en un inmenso escaparate planetario.
En estos más de cincuenta años hemos visto como Internet consolidaba su protocolo de comunicación, TCP/IP, para permitir a los sistemas hablar entre sí. Miles de ordenadores y dispositivos se conectan unos a otros para componer lo que actualmente es un tupido tejido de cables y equipos informáticos que dan servicio a todos los habitantes del planeta.
Ante un panorama económica y socialmente tan poderoso, los organismos impulsores del desarrollo de Internet desde siempre han intentado lanzar un mensaje de neutralidad que en ocasiones no han conseguido transmitir.
Internet es percibido en la actualidad como un mapa virtual en un territorio global que ciertos actores tratan continuamente de conquistar para sí mismos. Las fronteras digitales impuestas por algunos países amparados en lo que consideran su soberanía nacional son un buen ejemplo.
Pero ellos no han sido los únicos. Controles, más sutiles, e igualmente inquietantes, han sido desplegados por grandes proveedores de contenidos cuya influencia en la sociedad resulta indiscutible. Google, Facebook, Twitter, Amazon, etc. se han convertido en impulsores de pautas y tendencias y con ello en soberanos virtuales.
Internet en cifras
A día de hoy, el acceso a Internet se ha ganado, por sí mismo, el reconocimiento de ser casi tan indispensable como la electricidad o el agua.
De los más de 7.700 millones de habitantes de la Tierra, más del 59% son usuarios de Internet; y cerca de un 49% son usuarios activos de redes sociales. Solo en el último año, el número de personas que utilizaron Internet ha crecido en más de 300 millones —frente a un crecimiento de la población de algo más de 81 millones.
Y esto es nada si se compara con lo ocurrido durante los últimos meses. Las consultas a contenidos de Internet experimentaron un crecimiento superior al 90% en menos de un año. Las compras o el tráfico de red a servicios corporativos progresaron por encima del 74% en solo 30 días. Durante los peores momentos de la pandemia, cada usuario de Internet estuvo conectado a algún servicio en red durante casi 7 horas al día en promedio.
Boya durante la pandemia
Resulta evidente que Internet se ha hecho esencial. De facto, está siendo puesta a prueba como nunca antes había ocurrido. Gran parte de las empresas en estos meses desarrollan sus actividades siguiendo un modelo de teletrabajo; los servicios educativos hacen uso de Internet para sus procesos de enseñanza; la sanidad exige conexiones robustas para garantizar la prestación de sus servicios más básicos; las plataformas de ocio soportan conexiones masivas de usuarios… y así podríamos seguir con todos los sectores.
Las infraestructuras que debían proporcionar conectividad a esos servicios alcanzaron picos de demanda durante el año pasado difícilmente imaginables.
Sin embargo, Internet siempre ha estado ahí. Solo entendiendo el papel jugado por la Red en una situación de crisis como la actual podemos ser conscientes de la importancia que esta tiene para la sociedad. Algunos podrían afirmar que mucho más de la que pensaban.
La edad madura de Internet
Si todo esto hubiera ocurrido solo diez años antes, nos habríamos topado con serias dificultades para prestar muchos de estos servicios, algunos inimaginables. Sin embargo, no todo está siendo idílico en cuanto a resultados.
Visto con perspectiva, debemos de admitir que con Internet aún hay muchas cosas que debemos madurar.
Hemos descubierto que la resiliencia y el ancho de banda son recursos muy valiosos; que los servicios en la nube son fundamentales; que las conexiones no siempre llegan a todos los lugares donde se necesitan; que los modelos organizativos de las empresas no están pensados para distribuir el trabajo hasta la capilaridad del domicilio del empleado; que la cooperación virtual es mejorable; que la información mal encauzada a través de Internet puede ser muy dañina; o que la seguridad de la red debería ser reconsiderada desde una perspectiva quizás más ambiciosa.
Al final, si somos capaces de conseguirlo daremos un salto muy importante en términos de madurez.
Némesis al distanciamiento
Cabe la posibilidad de que el distanciamiento personal que nos ha impuesto el confinamiento encuentre su némesis en Internet. Quizá sea esa una parte de la nueva normalidad que nos llevan anunciando desde hace tiempo.
Probablemente Internet contrarreste ese distanciamiento a través del impulso de una transformación digital no solo de la empresa, sino también de la sociedad. Porque con Internet hemos entrado, de forma silenciosa, en una nueva revolución social e industrial. Esa revolución que nos ha facilitado el contacto con quien nos rodea.
Quizás, solo por eso, hoy ese aplauso de reconocimiento debería ir dirigido a Internet. Feliz Día de Internet.