El día 17 de mayo se celebra el día de Internet. Imagínese que esa mañana se levanta de la cama y su conexión a Internet no funciona.
Al tomar su teléfono para consultar sus mensajes de WhatsApp o sus correos electrónicos las aplicaciones le muestran una señal con el mensaje: “Datos no disponibles”. Excluyamos, por el momento, las razones para esa falta de disponibilidad. Simplemente imaginemos la situación, sin más.
La experiencia de un día sin Internet
Tras la ducha y el desayuno, aquellos que lleven algún tiempo teletrabajando verán que no pueden iniciar la videoconferencia que tenían prevista para primera hora de la mañana o no pueden conectarse a los servicios de su empresa a través de la VPN que su departamento de sistemas les instaló tiempo atrás. Posiblemente y bajo este escenario, los más decididos pensarán que una solución a sus problemas sea dirigirse a sus oficinas y trabajar de forma presencial.
Así pues, con incomodidad por la situación, saldrán de sus domicilios. Algunos se moverán en transporte público, otros en vehículos privados. Los primeros intentarán, sin éxito, conectar sus smartphones con sus servicios de música online o visualizar algún video durante el trayecto. Los segundos observarán que sus navegadores no pueden actualizar la información de navegación del coche o tendrán deshabilitado el servicio “Always On” de sus modernos vehículos.
Quizás todos se resignen a comenzar su jornada sin esas pequeñas cosas que le hacían la vida algo más cómoda. Pero esto es solo el principio.
Al llegar a la oficina los servicios corporativos solo estarán accesible en modo local. Sin conexión a Internet no podrá acceder a las aplicaciones que utilizan habitualmente en la nube, no podrán mandar correos electrónicos (ni siquiera dentro de sus propias oficinas si no disponen de un servidor de correo local) y es posible que no puedan hacer llamadas a los clientes porque el servicio de telefonía que decidió instalar su compañía es un servicio de voz sobre IP (VoIP).
El día se hará eterno trabajando sobre documentos y aplicaciones locales y pensando en cómo compartir o hacer llegar esa información a las personas interesadas.
Todo les parecerá extraño e incómodo y posiblemente el efecto se acentuará cuando regresen a sus domicilios. Algunos tendrían pensado avanzar en ese videojuego que les tenía enganchado en los últimos meses, otros desearían relajarse viendo un capítulo de una de sus series favoritas. Ninguno de ellos lo conseguirá.
Caídas en 2020
La situación descrita en principio resulta poco probable, aunque no imposible. Ya ocurrió en 2016 cuando un ciberataque inhabilito los servicios de DNS de uno de los proveedores de referencia mundial y dejó sin conexión a numerosos servicios como Twitter, Spotify, PayPal, PSN, Xbox Live, Reddit, etc. Pero hay más. Según el último informe de la Organización Access Now, en 2020 se produjeron más de 155 caídas de Internet que afectaron a 29 países del mundo —si bien la mayor parte se trataba de países en desarrollo.
Oficialmente —y tal y como detalla el informe— estas caídas han estado relacionadas con medidas de precaución de gobiernos, de seguridad nacional, de proliferación de fake news o delitos de odio, de ciberataques o causados por problemas técnicos. Y decimos oficialmente porque en ocasiones algunas de estas razones acaban siendo meros eufemismos.
De cualquier forma y sea cual sea la causa, lo que está claro es que estos datos muestran que no podemos excluir que el escenario descrito —aunque improbable y muy trivial— pueda producirse de una manera o de otra.
Dependencia social de Internet
Llegados a este punto, muchos de ustedes pensarán en Internet y la dependencia que tenemos de ella en nuestra sociedad. Las preguntas que rondarán sus cabezas serán muchas. Preguntas sociales —¿cómo quedan nuestras relaciones personales?, ¿cuántas actividades cotidianas, como el deporte o los paseos, han quedado aparcadas?, ¿qué papel juegan las aplicaciones de redes sociales en nuestras vidas?—; económicas —¿cuál es el impacto que tiene Internet en los negocios?, ¿ha ido en detrimento de otros negocios rentables?, ¿hay más empleo?—; o de comunicación —¿estamos sobreexpuestos a la información en Internet?, ¿se traduce eso en mejores servicios?—.
Las respuestas a todas estas preguntas no son sencillas y posiblemente concluirían en un largo debate con muchas aristas. Los más sensibles socialmente pensarán, por ejemplo, en si Internet nos ha hecho mejores personas o si ha ayudado a reducir la desigualdad entre países.
Día de Internet para los nativos digitales
Sin embargo, pensemos ahora en los nativos digitales. Esa nueva generación que ha nacido con Internet y que ha visto en “la red” un elemento más de su desarrollo personal y profesional. Quizás para ellos las preguntas tengan menos sentido. Quizás ni las entiendan.
Y ¿por qué?, se preguntarán algunos. Pues porque, en cierto modo, celebrar el día de Internet sería como celebrar el día de la “luz eléctrica” o el día del “agua del grifo”; algo así como celebrar que disponemos de un servicio que siempre está ahí. Por eso, es muy posible que los nativos digitales piensen que el día de Internet sea ya hoy algo vintage.