Facebook, X, Instagram, YouTube, WhatsApp, TikTok, Snapchat… se han convertido en el pasatiempo preferido de los jóvenes.
Las nuevas generaciones ven en estos medios una oportunidad de expresarse; una forma de independencia donde poner de manifiesto los cambios de su vida social en términos de vida virtual.

Pese a que las redes sociales suponen un avance en muchos ámbitos sociales, también ha supuesto cambios en la conducta de las relaciones personales; cambios que traen consigo, por ejemplo, autolimitaciones frente al contacto humano.
Todo ello está repercutiendo en el desarrollo de los jóvenes; un desarrollo que puede conducir a la soledad interactiva surgida de la dificultad de mantener comunicaciones fluidas con las personas de su alrededor. Y si no, pongamos un sencillo ejemplo: ¿cuántos jóvenes prefieren contactar con sus amigos a través de las redes sociales antes que hacerles una simple llamada de teléfono?
El psicólogo social Jonathan Haidt, en su libro ‘La generación ansiosa’ culpa precisamente a las pantallas y a estas redes del aumento de la ansiedad y la depresión entre los jóvenes y adolescentes.
El tiempo pasa rápido en las redes sociales…
Y es que son las propias aplicaciones sociales las más interesadas en que cada vez se pase más tiempo en Internet.

No hace mucho, Jeff Horwitz, periodista de The Wall Street Journal, desvelaba cómo Meta llevaba tiempo censurando a los jóvenes y anteponiendo sus propios intereses comerciales frente a la salud mental de sus usuarios.
Frente a este poder, la Comisión Europea abrió un procedimiento de infracción contra la multinacional por considerar que la compañía no había actuado de forma diligente para proteger a los menores (posiblemente debido a los algoritmos adictivos que utilizaba), lo que violaría la Ley europea de Servicios Digitales (DSA).
Los responsables europeos estimaban que los algoritmos empleados, por ejemplo, en Facebook e Instagram, “explotaban la debilidad y la inexperiencia” de los menores mostrándoles contenidos en función de lo que anticipaban que serían sus intereses fomentando su adicción a las redes.
Ley Orgánica de protección del menor en los entornos digitales
En este contexto, hace ahora un año, el Gobierno de España dio el primero paso para promulgar una norma para proteger a la infancia y la adolescencia en su uso de los entornos digitales.
El proyecto pretende abrir camino en Europa para atenuar los riesgos y preservar el bienestar y seguridad de los más jóvenes.
Con esta nueva ley, por ejemplo, la edad para prestar consentimiento para el tratamiento de datos personales aumentará de los 14 a los 16 años.

Los más pequeños necesitarán el consentimiento de madres, padres o tutores legales para abrir una cuenta en redes sociales.
Uno de los puntos más relevantes mencionados en el proyecto es el de las ‘deepfakes’.
Los contenidos falsos de carácter sexual serán delito y se incluirán en el Código Penal con penas de prisión de uno a dos años para los autores e incluso “pena de alejamiento de los entornos virtuales” para prohibir el acceso o la comunicación a través de redes sociales, foros, plataformas de comunicación o cualquier otro lugar en el espacio virtual.
En este punto, hay que matizar que una herramienta, en apariencia útil, como la verificación de edad, por el momento no resulta fiable ni efectiva para evitar que los menores accedan a contenidos inapropiados, con lo que las dificultades técnicas aún persisten, pese al próximo desarrollo de la conocida como cartera digital.
Por tanto, una de las soluciones que nos queda es la concienciación.
Percepción del riesgo
Llegados a este punto, y aunque pueda parecer contradictorio, convendría hacer una pequeña reflexión: la destreza digital de los jóvenes puede llegar a jugar en su contra.
Y es que la exposición constante en redes sociales y la percepción que tienen del riesgo puede llevarlos a subestimar las amenazas, tanto incluso como para obviar las herramientas de seguridad que tienen disponibles.

Alguno podría llegar a decir que son tediosas o innecesarias.
Si se da esa situación, las consecuencias pueden ser inmediatas. Por ejemplo, las descargas de aplicaciones no verificadas que incluyen diferentes tipos de malwares continuarán extendiéndose y proliferando, los ataques de phishing seguirán alcanzando los objetivos que persiguen…Y así podríamos continuar con otros casos. No nos extenderemos por no resultar repetitivos.
Para concluir, sin embargo, sí que podemos decir que la ciberseguridad es todavía una asignatura pendiente entre los jóvenes que se encuentran en la encrucijada de un mundo digital que, si bien ha transformado la manera en que se comunican, también presenta riesgos frente a los que (todos) necesitan (necesitamos) concienciación (formación).